"La sequía ya no es más un evento aislado y ni siquiera una ‘crisis’. Va
a ser más frecuente, grave y de mayor duración. Es un riesgo
constante”: Daniel Tsegai.
El desierto avanza gracias a la sequía. Crédito: PNUMA
Estudios científicos calculan que la superficie terrestre en
condiciones de sequía pasó de 10 a 15 por ciento a principios de 1970 a
más de 30 por ciento a principios de 2000, y que esas cifras seguirán
aumentando.
Aunque las sequías ocurren en todas partes, África parece ser el continente más perjudicado. De acuerdo con la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD, en inglés), dos tercios de las tierras africanas son desierto o tierras áridas.
El reto es enorme para el segundo continente en tamaño del planeta,
con 1.200 millones de habitantes distribuidos en 54 países y que fue la
región más afectada en 2015-2016 por el fenómeno climatológico conocido
como El Niño.
“A nivel mundial, las sequías son cada vez más graves, con mayor
frecuencia, más duración y extensión espacial. Su impacto es cada vez
mayor, e incluye al desplazamiento humano masivo y la migración. La
sequía actual es evidencia”, expresó Daniel Tsegai, funcionario de la
UNCCD, en la Conferencia sobre la Sequía en África que se desarrolla en Windhoek hasta el viernes 19, organizada por el organismo y el gobierno de Namibia.
La conferencia hace hincapié en la llamada “resiliencia ante la sequía”. “La resiliencia ante la sequía se define simplemente como la
capacidad de un país para sobrevivir sequías consecutivas y ser capaz de
recuperar las condiciones previas”, explicó Tsegai, en diálogo con IPS.
“Para empezar, hay cuatro aspectos en la sequía, el meteorológico
(clima), el hidrológico (aguas superficiales), el agrícola (cultivo) y
el socioeconómico (las consecuencias para los seres humanos)”, indicó.
Para Tsegai, los principales obstáculos para lograr la resiliencia ante la sequía en África son:
- a) La falta de una adecuada base de datos que incluya al clima, los recursos hídricos – superficiales y subterráneos -, la humedad del suelo, así como las incidencias de sequías pasadas y sus impactos.
- b) La mala coordinación entre los diversos sectores y actores relevantes en un país y entre países de una región.
- c) El bajo nivel de capacidad para aplicar medidas de reducción del riesgo de sequía, especialmente a nivel local.
- d) La falta de voluntad política para implementar políticas nacionales de sequía.
- e) El elemento económico de la preparación para la sequía no está bien investigado.
En cuanto a los objetivos de la UNCCD, Tsegai explicó que esta
procura mejorar la productividad de la tierra, restaurar o preservarla
para establecer un uso más eficiente del agua y mejorar las condiciones
de vida de las poblaciones afectadas por la sequía y la desertificación.
El funcionario señaló algunas de las estrategias que se pueden
adoptar para aumentar la resiliencia ante la sequía. En primer lugar, un
cambio de paradigma en la manera de lidiar con el problema. Debemos
cambiar la forma de pensar sobre la sequía, añadió.
“La sequía ya no es más un evento aislado y ni siquiera una ‘crisis’.
Va a ser más frecuente, grave y de mayor duración. Es un riesgo
constante”, aseguró Tsegai.
“Por lo tanto, tenemos que dejar de ser reactivos y ser proactivos,
pasar del enfoque de la gestión de crisis a la gestión de riesgos, del
enfoque fragmentado a uno más coordinado / integrado. Tratar a la sequía
como una crisis implica tratar con los síntomas… y no las causas”,
advirtió.
“En resumen, el camino a seguir es el desarrollo de una (política de)
sequía nacional basada en los principios de la reducción del riesgo”,
recomendó.
En segundo lugar es necesario fortalecer los sistemas de control y de
alerta temprana de las sequías. También es importante evaluar la
vulnerabilidad del país ante el fenómeno y realizar perfiles de riesgo:
quiénes se verán afectados, en qué zonas y cuáles serán los impactos.
La ejecución de medidas de reducción del riesgo incluye el desarrollo
de sistemas de riego sostenible para los cultivos y el ganado, el
seguimiento y la medición del abastecimiento de agua y sus usos, el
reciclaje y la reutilización de las aguas, y la posibilidad de cultivos
más tolerantes a la sequía y la ampliación de seguros de cosechas.
Tsegai espera cinco resultados de la conferencia de Windhoek:
- Un documento de estrategia común a nivel de África para fortalecer la preparación ante la sequía del continente, que pueda aplicarse y compartirse entre los países.
- Que conduzca al desarrollo de políticas nacionales integradas destinadas a la construcción de sociedades más resilientes a la sequía, basadas en el uso sostenible y la gestión de los recursos naturales – tierra, bosques, biodiversidad, agua, energía, etc.
- Se espera que los países acuerden un protocolo que sea vinculante y que se presentará en la Conferencia Ministerial Africana sobre el Ambiente en 2017, para su aprobación en la cumbre de la Unión Africana (UA).
- Los resultados de la conferencia se presentarán ante los gobernantes de la UA para obtener su respaldo.
- Se espera, además, que la conferencia fortalezca las alianzas y la cooperación Sur-Sur, para apoyar el desarrollo de políticas nacionales y la mejora de las ya existentes sobre gestión de la sequía.
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