Las especies no paran de moverse. Siempre están buscando sitios nuevos para colonizar mientras se mantienen donde ya están. Este comportamiento no es caprichoso, si no un seguro de vida. Vivimos en un mundo cambiante, en el que un buen sitio puede convertirse en inhóspito y viceversa, así que si se quiere sobrevivir hay que hacerse nómada porque a los sedentarios se los lleva por delante la selección natural.
Una de las cosas que no para de cambiar es el clima. En los últimos tiempos, geológicamente hablando, la superficie de la tierra ha sufrido un enfriamiento progresivo que ha desembocado en un planeta con los polos congelados. Para que se hagan una idea, cuando los dinosaurios se extinguieron a comienzos de la era Terciaria hace 60 millones de años, la temperatura media anual de Europa era de 260C. Hace 10 millones de años, en el Plioceno, era de 17,5 0C y ahora es de 11 0C. En los últimos dos millones de años la temperatura no ha permanecido constante, sino que ha oscilado entre periodos cálidos, como el actual, en el que solo hay hielos permanentes en las tierras polares (Antártida y Groenlandia), y periodos glaciares en los que los hielos llegaban hasta París.
Durante el terciario, conforme la temperatura iba bajando en Europa, muchas familias de anfibios y reptiles fueron desapareciendo del continente hasta quedar restringidas a las partes más cálidas cuando los fríos arreciaron al final del periodo. Hace entre 60.000 y 14.000 años, durante la última glaciación, dos grupos sobrevivían en la península ibérica, uno al Sur de la cordillera central, con especies más termófilas, y otro al Norte del Ebro y en la cordillera cantábrica, mas resistentes al frío. Al aumentar las temperaturas tras la glaciación, el grupo mas sureño se expandió hacia el Norte, colonizando Pirineos, Norte de Cataluña y cordillera cantábrica, por donde todavía andan.
A los anfibios y reptiles les afecta mucho la temperatura (son de sangre fría), por lo que resultan previsibles estos movimientos. A otras especies les afectan mas otros factores además de la temperatura, como la humedad. Es el caso de los mamíferos insectívoros del orden Euliplotyphla como musarañas, topos o erizos. No les viene bien el frío, pero peor les resulta la aridez, por lo que la mayor biodiversidad se encuentra en latitudes intermedias, donde llueve y no hace mucho frío. Como esta franja se ha ido moviendo en Europa con los cambios de temperatura, la biodiversidad de este grupo se ha ido desplazando de norte a Sur y de Sur a Norte siguiendo las condiciones óptimas.
Todos estos ejemplos y muchos mas han llevado a los ecólogos a elaborar modelos que relacionen el movimiento de especies y los cambios en el clima con el objeto de prever donde se trasladarán en el futuro de seguir calentándose la superficie terrestre como lo hace actualmente. Lo que encuentran es que en algunos casos las predicciones de los modelos se ajustan a la realidad y las especies se mueven como estaba previsto, pero en otros no. ¿Es que estas especies son insensibles al clima? No, es que las cosas son siempre más complicadas. Hay otros factores que controlan los desplazamientos que pueden ser más importantes que las condiciones meteorológicas. Uno puede tener la capacidad de moverse a la velocidad a la que van apareciendo sitios nuevos y desapareciendo los viejos, pero si los que están en los nuevos no te permiten establecerte no sirve de nada. Las interacciones entre organismos condicionan mucho la movilidad, como ya se sabe por los estudios de cómo funcionan ahora los ecosistemas, pero son muy difíciles de ver en el registro fósil, por eso apenas se han investigado a estas escalas milenarias y se sabe poco de que papel desempeñan, aunque algunos datos hay. Por ejemplo, durante los últimos 4.000 años piceas (Picea abies) y hayas (Fagus sylvatica) se han expandido por Escandinavia siguiendo patrones muy diferentes. Mientras que la primera especie ha ido ocupando sitios conforme el clima lo hacía posible, la segunda se ha ido estableciendo en zonas perturbadas por los fuegos y el hombre. Por otra parte, por mucho que a una especie le influya el clima, conforme se va moviendo va cambiando, adaptándose a las nuevas condiciones, de tal manera que cuando el clima vuelve a ponerse como antes no regresa por el camino por el que vinieron sus antepasados, sino que se va por otras rutas o se queda, porque en realidad ya no es como sus tatarabuelos, sino un ser diferente.
Las especies se pasan todo el rato moviéndose controladas por los factores más variados y a la vez evolucionando, así que resulta difícil prever por donde se desplazarán en el futuro. Pero hay algo que está clarísimo en el registro fósil: las barreras las matan. Si un obstáculo se opone en su camino a sitios propicios acaban por extinguirse. Es lo que les pasó a los reptiles mas termófilos que habitaban Europa en el Terciario. No pudieron pasar a tierras más calientes porque un proceloso mar se lo impidió (el Mediterráneo), así que acabaron por desaparecer. Bastante tienen las pobres especies con las barreras que les pone la naturaleza en su peregrinar, como mares, cordilleras o desiertos, para que encima nuestra especie se lo ponga más difícil con megaestructuras como canales, autopistas o cultivos de extensión infinita. Deberíamos ser más cuidadosos en este aspecto y dejar a la naturaleza moverse mas libremente para no provocar extinciones innecesarias, que tampoco es tan complicado.
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